 
                    Tino consigue un trabajo para alicatar un templo budista. Al llegar, Benito se siente muy identificado con los monjes y su creencia en la reencarnación. Por otro lado, la vaquilla de Tato se vuelve loca, pero Benito parece tener un don con los animales, demostrando entenderlos y poder solucionar sus posibles problemas.